domingo, 23 de marzo de 2014

UNA NOCHE MEMORABLE CON D.LUIS MURILLO Y D. CRISTÓBAL QUESADA






Fue uno de esos días para no olvidar, un veintinueve de Junio de 2013, algo más de veinte camaradas de Maristas cosecha del 72, reunidos en el reservado de la Terraza del Sol con el beneplácito de Gerónimo, y con el lujo de compartir grandes momentos con D. Cristóbal Quesada y D. Luis Murillo, profesores muy queridos de Física/Química y Biología respectivamente, e invitados para rememorar viejos tiempos.

La noche no defraudó y los invitados de honor menos aún. Gerónimo nos obsequió con una cálida bienvenida y unos Martinis, tapeo, cañas y demás vinos blancos en la recepción del restaurante para ir calentando motores. Y de repente D. Cristóbal y D. Luis aparecieron como estrellas fugaces, haciendo gala de la simpatía de la que gozan en nuestra promoción. Don Cristóbal, a lo clásico, vestía un pantalón liso color beis y una fina blusa de tonos claros de mangas cortas con finas rallas verticales, D. Luis un polo rojo remetido en unos jeans azules claros made in 1990. Carcajadas, abrazos, bromas y cachondeos no faltó. Tras la llegada en salvas de los compañeros y un buen rato de picoteo, llegó la hora de sentarse y coger acomodo en el reservado.

Gerónimo no dio lugar a vaivenes. Cerró la puerta del reservado y dio orden y mando a dos camareras con los Jeans bien ajustados a nuestra disposición. Todo un lujo y deleite, hay que decirlo, para el sentido de la vista, que no del tacto. A partir de ahí entrada a raudales de platos al centro, uno detrás de otro, como si Geromo pensara que somos inmortales comiendo. No faltó la visita del Chef italiano Giuseppe para comprobar si todo iba bien, sacando a relucir una camiseta blanca ajustada que exponían unos musculados bíceps y pectorales. Risas, fotos y anécdotas, más cerveza, y más vino.

Y llegó la hora de la verdad. De repente y sin previo aviso repartimos un folio en blanco y un bolígrafo a cada ex-marista dirigidas a D. Luis Murillo y D. Cristóbal, y decidimos por unanimidad preguntarles por la auténtica verdad de las leyendas urbanas que giraban alrededor de estos dos grandes profesores.

La mayoría de las preguntas iban dirigidas a D. Luis Murillo, pues ciertamente había historias que ya no eran leyendas, sino mitos que iban pasando de generación a generación y a los que había que darles un sentido, bien para desmitificar o para confirmarlas como verdaderas.

Y sorprendentemente no íbamos tan desencaminados. Efectivamente pudimos comprobar que las mayorías de historias y leyendas del "Murillo" tenían una base real, a las que había que añadir ciertas aclaraciones y anotaciones más propias de la marca Murillo.

Entre estas leyendas habría que destacar que D. Luis efectivamente asistió junto a un estudiante de tercero de Medicina en Granada a un sujeto yaciente para hacerle una traqueotomía ya que se estaba ahogando por atragantrarse por algo que ingirió y pasó a las vías respiratorias. Ojo, no la hizo Murillo, pero si ayudó y asistió a su compañero estudiante, y este acto médico se hizo a cuchillazo limpio, y nada de puntas de bolis BIC como aseguraban las leyendas urbanas. Por otro lado, atestiguó que era falso que corriera con el mítico atleta Abascal, pero sí nos confirmó que conoció e hizo amistad en la mili al gran corredor de 1.500 metros José Luis González. También confirmó que conoció a Bibi Andersen, vecino de su barrio malagueño, a quién apodaban como «Manolo la Guapa».

Las historias no paraban y se sucedían una detrás de la otra ante la mirada atónita de los ex-alumnos entre admiración, carcajadas o un aplauso prolongado. Una de las historias más espectaculares, sin duda alguna, fue la de atender con otros amigos de peñota, en Málaga, a un buceador que tenía la espalda despellejada, sin piel, tras sufrir la picadura de una gran medusa sobre el dorso, dejando expuestos los músculos y dejando entrever los huesos de la  columna vertebral. Negó con rotundidad que fuera producto de una Raya o una Manta, y sí de un celentéreo tipo medusa. 

Otra de las historias confirmadas fue la de ver a un sujeto que se tiraba de un balcón, viendo como el cuerpo se aplastaba en el suelo, esparciendo sus vísceras por el suelo, incluso describiendo tras el choque inevitable con el suelo como el cuerpo rebotaba en el aire unos centímetros a ras del suelo. A mi querido amigo David Peñalver, a mi izquierda, no le salían las cuentas de las leyes más fundamentales de la física clásica para explicar este evento y que incluía caída gravitatoria, aplastamiento y rebote retrocinético de parte del cuerpo hacia el aire de nuevo. Yo no protesté, al fin y al cabo soy un exalumno de la clase del B, de biológicas, no de ciencias exactas, y soy crédulo.

Por supuesto D. Luis negó o no recordó-faltaría más- que con un cuchillo de cortar queso matara a un tiburón o escualo-una historia quizás más propias de leyendas de otro querido profesor como el difunto Mr. Jack- y también negó el que hiciera carreras de Rallys con Carlos Sainz, pero sí nos rememoró, cuando por aquél entonces era un buen mozo, el que derrapara con su emblemático Mini cuando circulaba a gran velocidad por la misma avenida principal de Los Belones, haciendo un auténtico trompo al perder el control del volante. Tampoco faltó el que nos contara con todo lujo de detalles como llegó a adquirir una de las primeras videocámaras en Cartagena- o la primera quizás- y nos deleitó con seguir nombrando en latín las principales conchas y caracolas que los propios alumnos recolectábamos para culminar nuestros trabajos de Biología, y que sirvieron para embellecer numerosas cajas de zapatos.

Don Luis sí confirmó que estudiaba unas 12-14 horas al día, escribiendo y repitiendo hasta la saciedad sus apuntes en el papel, el que se iba de discotecas en la noche previa a los exámenes, pero negó que fuera el nº 2 de su promoción como muchos de nosotros recordábamos, afirmando que se quedó en un memorable 6º puesto. D. Luis no defraudó ni siquiera en la última historia en la que llegó a negar parentesco con otro profesor llamado Murlilo de la Universidad de Granada en donde nuestro compañero maristiano Lorenzo Maciá estudió-o hacía como que estudiaba-, pero sí comentó que un catedrático de su facultad apellidado también Murillo, falleció en extrañas circunstancias aplastado o triturado o cortado por la mitad cuando estando dentro de un ascensor se dispuso a salir de la puerta y de repente se puso de nuevo en funcionamiento el elevador.

Como podéis imaginar queridos amigos, compañeros y lectores, nosotros mismos estamos dando pábulo a nuevas historias y leyendas de D. Luis Murillo que pasarán por supuesto a los anales de la historia de Maristas Cartagena y que alimentarán nuevos sueños y fantasías en las próximas generaciones de Los Maristas, sin lugar a dudas.

Don Cristóbal Quesada ciertamente quedó tan atónito como nosotros, y solo pudo comentar con la grandeza de los grandes maestros, que las respuestas de D. Luis eran más espectaculares que las propias preguntas de los exalumnos. Don Cristóbal no tiró de grandilocuencias pero sí nos repitió y nos confirmó a nosotros como al resto de promociones lo inútiles que éramos, teniendo que asistir a viejas fórmulas para que entráramos en razón, como tener que explicar que 1+1 eran igual a 2, o que dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno daba como resultado a la principal fuente de la vida, el H20.

Fue una noche memorable, un viaje a nuestro pasado, un regalo en esencia de dos grandes profesores, de dos grandes profesionales y maestros de la vida, que nos han ayudado a formarnos no solo como profesionales, sino sobre todo como personas, y que no han escatimado esfuerzos en estar al lado del alumnado en los momentos buenos y en los más difíciles, sacando lo mejor de nosotros, y dejando atrás las tonterías de imberbes e insolentes adolescentes.

Permítannos pues, queridos D. Luis y D. Cristóbal, este pequeño tributo de una promoción que se ha sentido en deuda con ustedes y que simplemente quiere agradecerles la buena huella que nos ha dejado para siempre en nuestros corazones.

Con mucho cariño, la de un servidor y la de toda una promoción Marista, la de 1978-1990.

Paco Vera









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